Hace mucho tiempo que observo en silencio, no me quejo del dolor que produce la espuma de mi sillón, los muelles que crujen endurecidos sobre mi trasero aguantan el chaparrón de charlas y comentarios que vienen de un lugar «privilegiado», llamado comodidad.
Me siento bastante apartado de ese rango de privilegios, pero cada vez que escucho algún comentario que proviene de ese lugar, el doblez de mis alambres me hacen volver a la realidad. Y si.. no voy a mentir, he deseado muchas veces llegar hasta allí, ver lo que se siente cuando tu única obligación se convierte en aparentar el estrés, ocasionado por levantar la cabeza demasiado para observar a todos los que hacen que su trono sea cada vez más cómodo. Dichosa vida, que nos hace quejarnos de todo lo que no tenemos, y cuando lo tenemos, buscamos siempre excusas para seguir lamentándonos por lo que queremos tener.
Desde este lado parece todo más difícil, pero si analizo las palabras que llegan a mis tímpanos como si se tratara del típico juego de «el teléfono roto», me doy cuenta de que la felicidad es muy relativa. A todos nos viene bien sentir de vez en cuando ese alambre incómodo que nos da un toque de atención, para aterrizar en la realidad, para sentir el valor de las cosas realmente importantes, para encontrar sentido a todo lo que hacemos.
Hoy me dirijo a ti comodidad, aunque creas que lo tienes todo para aportar la felicidad plena, quiero que sepas, que desde donde escribo no vivo mejor, pero si me siento más vivo que nunca, porque siempre tendré mayor aspiración en la vida que dejarme engatusar por tu agradable tacto, sensación de plenitud reposada en la tranquilidad, velo de apariencia, lejos de la realidad.
Quiero vivir bien, pero sentir que sigo vivo.
wolfstyle.blog 