Buscamos la clave perfecta para conseguir el equilibrio del todo, pero la única pieza que encaja, capaz de evitar tambalearse, es nuestra mente.
Puedes pasar horas leyendo un libro con palabras muy complejas, incapaz de encontrar razón al significado de algunas de ellas, o escuchar música en otro idioma, de la que no entiendes nada, pero que te sumerge en un profundo sueño y paz interior capaz de evadirte de cualquier racionalidad y lucidez que te haga pensar demasiado en la realidad a la que tampoco encuentras sentido, ni con música ni con palabras.
Cuando encuentras la armonía contigo mismo, no necesitas enciclopedias ni traductores que te hagan entender nada, porque entonces será cuando lo entiendas todo. Es el equilibrio del todo, cuando nuestra mente está en paz consigo misma y hace que cada pieza encaje a la perfección sin hacer tambalear a la que está debajo, y que conforma la torre de la armonía. La cima es tan alta que del propio vértigo que sientes al verla no serás capaz ni de bajar un escalón, te querrás quedar ahí arriba para siempre, para contemplar las irracionalidades de la vida desde un palco privilegiado, porque pocas personas se dan el gusto de llegar a esta cima por sí mismos, sin empujones de nadie y sin entradas vips que te hagan subir al último escalón sin pasar por los más bajos, que soportan todo el peso desde donde se contempla todo.
Ahí es donde descubres que da igual hacia donde sopla el viento y con la fuerza que lo hace, porque estás seguro de que nunca caerás. El mejor sentido de todo es el sin sentido que te hace perder la visión de lo real, para construir un espacio de irrealidad donde lo único que te hace feliz es la armonía del no pensar, de relajar todos tus órganos, en respirar y sentir la paz que aflora en tu interior y construye los pilares de la supervivencia para convertirte en el ser más fuerte de la tierra, aunque su validez sea sólo momentánea, porque el significado verdadero de la armonía está escrito en todos los lados, y es que no es para siempre, por eso hay que exprimirlo cuando lo encuentras en algún momento de tu vida, y aprovecharlo como si fuera la última piedra que conforma el esqueleto que le da peso y sentido.