Cuando abrimos la caja de pandora, solo liberamos lo malo, pero olvidamos que en el fondo permanece siempre el espíritu de la esperanza.
Tal y como cuenta la mitología griega, Prometeo robó el fuego de Zeus para entregárselo a los hombres, algo que molestó mucho al dios supremo. Zeus quiso vengarse y creó la conocida caja de pandora, un jarrón divino en cuyo interior se encontraban todos los males del mundo. Pandora fue entregada junto a éste jarrón al hermano de Prometeo. Ella decidió abrir la caja prohibida, y todos los males quedaron fuera, liberados al mundo, pero algo permaneció en el fondo, la esperanza.
Conocida como la hermana del sueño, la esperanza es una divinidad que traspasa cualquier mitología para introducirse en el interior de cada uno de nosotros. Aunque su alma no quedó liberada al igual que todos los males, su existencia sigue ahí, solo hay que hacerla florecer, para que en su fase de crecimiento de tregua a todos nuestros problemas y penas que la marchitan.
Dicen que el verde es su color característico, en relación con la naciente verdura cosechada gracias a un exhaustivo cuidado y riego. En la vida, pasa exactamente lo mismo. Nosotros somos el phytos (tipo de jarrón), que cuando lo saturamos y lo desbordamos solo encontramos pánico por todo lo malo que encontramos dentro, y es que, nos enseñan a darnos de bruces con aquello negativo, pero no nos enseñan a ver lo que hay más allá de todo este caos que nos nubla la vista y nos amplía la distancia en la que se encuentra ese pequeño detalle, ese grano de superación, de sueños perseguidos, que también pueden ser liberados si eres perseverante con ellos y no pierdes esa línea con vista nocturna, con la que comienzas a ciegas por un largo túnel, en cuyo final se encuentra lo que todos ansiamos y necesitamos ver, la esperanza.