La reconstrucción siempre es más satisfactoria, por la razón que sea. La sensación de saber que en nosotros está el poder de unir de nuevo todas las piezas que en su día nos encargamos de hacer añicos, es lo que nos motiva a intentarlo, por muy pequeños que sean los pedazos que dejamos en el camino de aquello que destruimos con tanta facilidad. Aunque ahora la reconstrucción sea lenta y mas compleja, es la segunda oportunidad que todos nos merecemos.
Hay piezas que nunca más encajarán, por mucho que intentes unirlas, sus esquinas han adoptado diferentes formas al caer tantas veces, y por mucho que sigas luchando por ello, ya no hay nada que hacer. Te culparás mil veces por haberlo dejado caer y encontrarte en medio de este caos lleno de piezas que giran por tu mente sin saber por cuál de ellas empezar para reconfortar lo que en tu interior sientes como un dolor imposible de solventar.
Las segundas oportunidades no son las que damos a los demás, son las que comenzamos dándonos a nosotros mismos. Aunque sientas que has fallado, aunque los demás te recuerden que lo has hecho mal, la única solución está en no volver a unir esas piezas por el mismo lado, ya que lo habías probado antes. La vida nos pone a prueba con situaciones que nos hacen descartar comportamientos que no nos gustan, de los demás y de nosotros mismos, y sólo probando a vivirlos es cuando nos damos la oportunidad de cambiarlo para que nunca se vuelva a repetir en ese mismo trayecto en el que nos dimos cuenta, que ni nosotros mismos supimos encajar con nuestros sentimientos, nuestro pensamiento o manera de reaccionar en momentos determinados. Este es el momento de comenzar a unir mis piezas, sabiendo que los fallos son irrevocables, pero teniendo claro que es mi oportunidad para empezar de nuevo sin cometer los mismos errores.
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