Como ave fénix intento regenerarme cíclicamente, las llamas que al principio ardieron en forma de complicidad, pasión y química hoy brillan con menor intensidad entre las cenizas de las que intento resurgir en busca de una nueva vida.
Al igual que la mitología dice sobre este ave, el sol es un símbolo al que siempre estaré asociado. Mi carisma, empatía con los demás, mi afán de superación, la fuerza que me caracteriza para superar cualquier barrera que se ponga en mi camino y principalmente mi SINCERIDAD salen a flote con la misma luminosidad que esta estrella, contituyendo el centro de mi sistema emocional, aportándome una fuente de radiación entre todas las partes de mi cuerpo que me propicia una estúpida impulsividad que a veces saca lo peor de mí, pero muchas más veces saca lo mejor.
Intento buscar en la oscuridad de las noches en soledad la compañía de esos recuerdos positivos, (como el de ese primer restaurante), que me hagan controlar la ira que aún siento por dentro al comprobar que nada era verdad. Resurgir entre llamas una y otra vez no es nada fácil, entregarte en cuerpo y alma a vivir sin miedo a lo que pueda pasar es la consecuencia a asumir cuando entregas todo desde el principio sin necesidad de recibir nada a cambio, es un impulso natural, una especie de estado innato cuando sientes que estás en el momento oportuno y que es recíproco.
Cuenta la mitología que las lágrimas de este ave siempre fueron curativas, el proceso es lento, pero esta fuerza sobrenatural actúa por sí misma y al igual que me crezco en la resistencia y el control sobre el fuego que me hace resurgir, se que el camino va a ser corto. Que te corten las alas cuando estás seguro que vas en el camino correcto, es difícil, porque volver a empezar de cero en trayectos tan intransitables con otros aves que mueven sus alas y desarrollan un empuje distinto al moverse hacia metas incompatibles para ti es duro. Ha sido una pena pensar que nuestro movimiento en el aire era el mismo, que cómo decía nuestra canción “sin saber quién eras, ya sabía que no me quería ir.. como si te hubiera conocido antes. Dime como te has vestido de certeza”. Esa certeza se ha desvanecido con la última vela que pusiste en tu salón, la que no hizo falta ni soplar para apagarla porque tú ya sentías que llevaba apagada mucho tiempo atrás.
Las cenizas aún están recientes y mi mente me pide resurgir lo antes posible, para volar lejos de este sueño que queda en el aire y que me puso la miel en los labios con eso de ser plenamente feliz. VUELA.
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