En estos tiempos de reflexión con uno mismo, son muchas las dudas que nos surgen sobre nuestro verdadero yo. Nuestra manera de actuar y afrontar lo que nos acontece en cada momento, y aunque el objetivo está claro, muchas veces buscamos respuestas en el lugar equivocado por miedo a descubrir nuestro más sincero ser.
Ahora mismo, nuestras redes sociales están llenas de frases inspiradoras en las que nos encerramos por ese miedo que nos acarrea la soledad y sensación de habernos equivocado en varias ocasiones. Ese desequilibrio entre lo que sabemos en la teoría que es correcto, pero que en determinados momentos, por instinto natural impulsamos en una práctica inducida hacia lo incorrecto. Ese acto natural de reconocerse a uno mismo, que adopta el nombre de consciencia, es el principal motor de acción para encontrar nuestra propia aceptación, sin necesidad de factores externos que nos lo confirmen y que nos ayuden a proponernos objetivos para conseguir ser mejores.
El otro día leí una de esas frases:
«Cuando alguien te hace una mejor persona, sabes que esa persona debe estar en tu vida»
¿Por qué tendemos a buscar en otras personas esa perspectiva que nos calma a la hora de saber si somos mejores o peores personas? ¿No se supone que es un acto de inteligencia intrapersonal que nos permite conocernos de verdad mediante un autoanálisis que depende únicamente de nosotros y nuestros actos?
Como el perro que no es capaz de racionalizar su ansiedad al recibir una riña por su mala conducta cuando el acto ya ha finalizado, algunas personas tienden a buscar soluciones en el lugar equivocado y cuando ya es demasiado tarde. Las personas nos pueden ayudar a ser mejores, pero la espiral que engloba la negatividad y oscuridad que nos recuerdan nuestros fallos son personales y dependen únicamente de nosotros mismos. No necesitamos nada ni a nadie para que nos reconozcan una buena o mala conducta, todos sabemos focalizar las cosas importantes separando lo negativo de lo positivo. Reacciona al momento, recapacita sobre tus actos y proponte metas para corregirlo tú mismo. Abandonarte a ti mismo es buscar en los demás lo que no eres capaz de conseguir tú solo.
Recuerda que la aceptación no es resignación, que atrás solo quede lo que sea imposible cambiar, pero que lo importante es centrarnos en la capacidad de lo que sí se puede cambiar, aquello que es controlable por nosotros mismos y que tiene posibilidad de corregirse. A veces, los factores externos ayudan a ser más flexibles y a conocer otras posibilidades, pero que no os engañen, no son los que nos determinan ser mejor o peor persona.
Debe estar conectado para enviar un comentario.