Si echo la vista atrás, no queda ni un nudo de los que existieron en mis raíces. Aunque su cultivo fue lento, emerger en estas tierras me hizo conseguir la madurez idónea para generar el mejor fruto.
Fueron muchas las ramificaciones con las que me encontré en mi camino, algunas parecían impedir mi ciclo hacia la profundidad idónea para engancharme a la tierra que me vio crecer. Fue un proceso lento, arriesgado y en el que muchas veces me sentí con la necesidad de tirar la toalla, pero ni la presión atmosférica pudo frenar esa ira que sentía y que a la vez me hizo tener más fuerza para brotar el tallo que poco a poco conseguía desprenderse de esas ramificaciones tan pesadas. Tuve que cambiar de terrenos, probar nuevos climas y volver a encontrarme con miles de ramificaciones nuevas, algunas iguales de pesadas, otras muy necesarias y complementarias para ese cultivo que tarde o temprano llegaría. Mis hojas iban apareciendo sin una descendencia clara, pasaron por miles de interpretaciones imaginarias, las construí a mi manera, les obligué a tomar una forma diferente, que me alejara de su origen verdadero. Mis espigas con sus ejes escalonados mostraban las diferentes etapas por las que había pasado, subidas y bajadas, formas irregulares, van y vienes de emociones en las que la ira, el dolor y resquemor me quemaba aunque el riego estuviera siendo el idóneo.
Después de cambiar de tanto hábitat, nunca imaginé que regresar al sitio de origen sería tan reconfortante. Miré a mi alrededor y contemplé que la genética de esta planta había sido mucho mas complicada que la de otras especies, pero también me ayudó a recordar que de los orígenes nunca se pueden renunciar, porque aunque crezcas con más felicidad en otras tierras donde la humedad, el agua, el suelo y el clima es diferente, la cosecha siempre será más completa si nunca olvidas tus raíces. Esas que te aportarán los mejores granos para alimentar tu presente y tu futuro, para convertirlo en una producción en la que intercambiar vivencias humanas, aportando a los demás la sabiduría y fuerza con la que conseguiste tu fruto.
Ahora no existen nudos, y ayudo a que otros también consigan romper con ellos.
-Orígenes-
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