Fue demasiado tiempo aguantando la respiración, nadando rumbo a lo desconocido en un mundo separado por una excasa línea de puntos discontinuos que separaban tu realidad de la mía. Sin saberlo fuimos creciendo confusos en la opinión y creencia de lo que llaman destino, sin saber que un día esa línea se uniría para nadar juntos entre aguas saladas y aguas dulces.
Durante tu infancia sentiste ese mismo miedo que sentí yo por desarrollar algo especial que nos diferenciaba del resto. En cada aleteo temimos por nuestra estabilidad, fuimos desarrollando una gran capacidad de maniobra en superación para conseguir llegar a nuestro objetivo y cumplir todos nuestros sueños. Nuestras branquias aspiraban más cantidad de agua que el resto de los peces de nuestra especie, agua que se convertía en oxígeno, impulso para nuestro motor que nos ayudó a no tirar nunca la toalla y a perseguir sin miedo esos sueños que nos hizo encontrarnos ciegos en un desierto donde a pleno sol nos encontramos tú y yo.
Como esos peces que habitan aguas profundas, fuimos adaptándonos poco a poco a la nueva situación, coincidiendo en nuestra peculiar manera de hacer las cosas, tan diferente a las de los demás, tan común y similar en nuestros pensamientos. Desde el primer momento supimos que a pesar de proceder de aguas diferentes, nuestro sistema compartía algo común y peculiar a la hora de bombear sangre a las branquias y de éstas al resto del cuerpo. Compartíamos un corazón con una misma intensidad a la hora de sentir y vivir la vida.
Nunca imaginamos que la verdadera amistad llegaría tan tarde ni que ya existía desde que nacimos, sólo faltaba reencontrarnos.
Como se define el concepto del ying y el yang la vida consta de una continua transformación. Nada existe en estado puro, (y tú y yo fuimos testigo de ello). Todo tiene su punto de vista en función de las circunstancias y todo acarrea una serie de aceptación que se sobrelleva mucho mejor si nadas siempre de la mano de aquella persona que compartió tantos momentos contigo. Lo bueno y lo malo siempre será recordado entre esta línea de puntos suspensivos que nos acercó entre la superstición y la realidad de lo que vivimos juntos. Esa línea de puntos ha dejado de ser un recordatorio de los kilómetros que nos separan y se ha convertido en un marcado infinito de lo que será nuestra amistad en el tiempo. De lo que nos hemos convertido tú y yo, en peces infinitos.

«Tardé en encontrarte pero ahora, nunca más remarás sola»
·Peces infinitos·
Debe estar conectado para enviar un comentario.