Escucho y leo tanta añoranza por volver a la situación de antes, que tanto entusiasmo ha despertado en mí un miedo al que creo que sólo he invocado yo en mi mente.
Me he acostumbrado rápidamente a esa sensación de vivir en la distancia de los que parecían tan cerca, y en la cercanía de los que alguna vez creí que estaban tan distantes. La reflexión durante un estado tan grave como el que estamos viviendo, es sin duda, una de las cosas más enriquecedoras que nos vamos a llevar después de todo esto.
Durante muchos años he disfrutado de las sonrisas de muchas personas, abrazos en momentos en los que quizás no eran tan necesarios, y celebraciones compartidas en situaciones para las que quizás me sentí condicionado o comprometido a tener que vivirlas. Ahora sólo percibo en todo su esplendor la verdadera sonrisa de los que realmente han demostrado estar ahí. Mi instinto y capacidad de intuición se ha desarrollado mucho más, utilizando como guía una simple mirada o expresión que quizás antes pasaba desapercibida y que, ahora es la base para saber si esa ruta es de fiar o no. He conseguido hacer hueco en mi agenda, y he aprovechado cada segundo en vivirlo y sentirlo con la complicidad de aquellos que me demostraron que siempre han estado ahí, aquellos que pese a la dificultad y riesgo de la situación han continuado abrazándome sin tocarme. Pienso en si todo volverá a ser como antes, y está claro que no, pero es inevitable que vengan a mí esos fantasmas del pasado, en los que siempre se dibujaron unas sonrisas con miradas inexpresivas que me hicieron ser más irracional y perder el tiempo en vivir con nostalgia de creer que todo eso era mi propia realidad.
La realidad es la que nos ha tocado vivir durante este año, y esa es la que me ha dado la capacidad de volver a ser racional en mis pensamientos y en mis sentimientos, que son los únicos que no volverán a mirar con los ojos que miraban antes. Es inevitable, no puedo mentir. También hay ganas de volver a esa deseada normalidad, pero aunque suene contradictorio, esa misma realidad es el fantasma que se me representa todos los días, al sentir cada vez más cerca el camino de un pasado pisado que, ahora ha sido transformado por miradas que nunca expresaron tanto y que ansian volver a lo de antes, a perder el control de lo emocional, a vivir por vivir sin sentir, a correr al vacío de la irrealidad. Espero y deseo que ese fantasma nunca más sea invocado después de todo esto, y que, aunque volvamos a descubrir nuestras bocas, la verdad se siga expresando con nuestras miradas.

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