Los viajes más improvisados, aquellos que te permiten disfrutar en pocos días de su cultura, su arquitectura y su gente, para desconectar y recargar las energías positivas, son los que siempre te dejarán los mejores recuerdos. Eso mismo me ha pasado con Oporto.

Un viaje corto que da para mucho más de lo que inicialmente me podría haber imaginado, en el que no ha podido faltar gastronomía, con sus vinos y sus atardeceres en la ribeira del Duero.
Como tenía tiempo suficiente para conocer lo “imprescindible” de esta ciudad, decidí tomarme las visitas con calma, para disfrutar al máximo de los paseos por sus calles, y poder absorber la tranquilidad y el buen ambiente que se respira en cada rincón.

El hotel donde me he alojado es el Great&Cosy Suites, situado a 300m de la estación de tren Marqués. La verdad que ¡me he sentido como en casa!, las dos señoras que me atendieron fueron súper agradables y muy atentas en todo momento. La habitación era gigante, con unas vistas al jardín exquisitas, y un baño muy completo con bañera de hidromasajes incluida, y lo mejor de todo es que el precio era de lo más asequible, con desayuno includo.
El primer día, tal y como estaba previsto meteorológicamente, el tiempo no estuvo de mi parte. Había muchísima niebla y lloviznaba de vez en cuando, pero eso no me permitió que perdiera interés por conocer cada rincón de esta ciudad, por lo que, con paraguas en mano, me dispuse a iniciar mi recorrido.
Tenía reservado un “Free Tour” a través de Civitatis a las 15:30h, por lo que decidí (debido a la meteorología) empezar a visitar algunos interiores de los lugares que más interés habían despertado en mí, mientras hacía tiempo antes de comenzar la guía. El primer sitio que visité fue la “Librería Lello”.







La entrada la compré allí, justo al bordear la esquina. Había cola, pero avanzó muy rápido y no tuve que esperar casi nada. No me extraña que sea considerada una de las librerías más bellas del mundo. Su interior te absorbe por la exaltación de su abundante decoración dorada, con una delicadeza y belleza encabezada por sus escaleras principales que conforman una estructura mágica, ¡parece de cuento!. Al lado se encuentra la “Torre de los clérigos”, símbolo de la ciudad.



Un campanario al que no se recomienda visitar en las horas puntas, en las que suena, además tendrás que ir cómod@ para subir porque son bastantes escalones. Aproveché para tomar unos vinos y tapear antes de iniciar el freeTour, que se inició en la Avenida dos Aliados, una plaza con muchísima historia donde se encuentra el edificio del ayuntamiento, y la que suele ser la sede central para todo tipo de quedadas o puntos de encuentro.




El freeTour fue muy interesante. Me gustó muchísimo la guía. Carmen Espinosa nos contextualizó toda la historia que marcó a esta ciudad y cada uno de sus recovecos y secretos que esconden sus catedrales y demás lugares que visitamos.
Con un gran sentido del humor, las 2 horas y media que duró la visita se pasaron volando. Hicimos el siguiente recorrido: Desde la plaza dos Aliados paseamos por la Torre de los clérigos, pasando por la Universidad de Oporto, la iglesia de las carmelitas, la estación de trenes de San Bento, barrio de Batalha, Catedral de Oporto y finalizamos en la ribera del Duero. Una guía bastante completa que me permitió al siguiente día, (ya con el sol en la calle), poder disfrutar conociendo un poco más la historia de todo lo que tenía a mi alrededor.
Uno de los sitios que más me gustaron fue sin duda la Catedral de Oporto.










Situada en el corazón del centro histórico, ofreciendo unas vistas panorámicas de la ciudad impresionantes. Con un aspecto un tanto lúgubre, su interior de atrapa en una atmósfera de ensueño. Su claustro de estilo gótico, compuesto por decorados de azulejos azules y blancos es lo que más mereció lo pena, junto al acceso al piso superior desde donde se pueden obtener unas panorámicas de la ciudad preciosas.

El resto de los días, disfruté del buen vino y de las vistas que ofrece la ribeira, con sus casas de colores, sus bares y sus restaurantes. Quise conocer alguna de sus bodegas, y aunque la que más me recomendaron fue la «Grahams», por falta de tiempo y por el horario decidí visitar la «Calem», donde puede degustar dos de sus mejores vinos y conocer un poco más acerca de su historia, conservación y el proceso de fermentación que utilizan.



Sin duda alguna, se trata de un viaje perfecto para un fin de semana, para realizarlo en familia, con niños, en pareja o con amigos. ¡Repetiré seguro!
Y a ti, ¿Qué te ha parecido?
– Casa GUEDES (Plaza dos poveiros 130) para comida tradicional.
– BRASÁO (rua Passos Manuel 205) comida tradicional portuguesa.
– ÁRVORE DO MUNDO (rua do Duque de Loulé 228) para vegetarianos.
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